lunes, 8 de mayo de 2017

Cada partida

...for once in my life let me get what I want, Lord knows it would be the first time...
-The Smiths


Creí haber encontrado con quién perderme. Hay veces que -irónicamente- encuentras a alguien para perderse juntos toda la vida. Yo estaba en un hoyo oscuro, uno que pensé que no tenía salida. Pensé que volver a querer sería muy difícil, estaba devastada... y no, él lo hizo muy fácil, lo hicimos muy fácil, querernos fue la cosa más fácil, más orgánica. La distancia no fue obstáculo -no en ese momento-, los miles y miles de kilómetros no fueron impedimento para sentirme como adolescente, para un día decidir dejarlo todo, comprar un vuelo e irme a verlo. Crucé el mundo porque a veces se necesitan hacer cosas así, crucé el mundo porque pensé que en sus brazos el mundo sería un lugar mejor y lo fue. Viví la película, estuve muerta de miedo antes de cruzar esa puerta de aeropuerto y verlo. Dieciocho horas de vuelo valieron la pena al verme en sus ojos, había encontrado mi lugar. Nos tomamos de la mano y sin decirlo -ni decidirlo- comenzamos el viaje más emocionante pero el más doloroso. Me enseñó su lugar, me ayudó a encontrar el mío. Viajamos, soñamos, imaginamos, reímos, comimos, nos perdimos juntos. Conocí un sentimiento que no conocía: vivir con el corazón en otro lado. Aprendí a vivir con dolor, extrañando todos los días, viviendo con diferencias horarias, contando los días para apagar la distancia unos días, unas semanas.

Cada partida era volver a acostumbrarse, cada partida era saber que de nuevo el corazón estaría lejos y habría que acostumbrarse a ese dolor, un dolor que nunca termina, un dolor que hace que te despiertes en medio de la noche pensando que tal vez todo era una pesadilla y no, de pronto estás allí con la cama vacía y -con suerte- con un mensaje del otro lado del mundo diciendo que "buenos días, te quiero".  Cada partida era saber que si te pasaba algo importante a las seis de la tarde tendrías que esperar al menos seis horas más para poder compartirlo con esa persona porque en ese momento dormía. 

Cada partida era saber que tendría que vivir de fe, de confianza ciega, vivir sin certezas. Cada partida era un salto al vacío esperando que hubiese una red que nos hiciera regresar al punto de donde se saltó. Cada partida era desear caminar por Madrid, Ciudad de México u Oporto, pero que esta vez no hubiera fecha de despedida. Cada partida era anhelar volver a estar en medio de la lluvia chilanga (como la de esta tarde), resguardándonos. Cada partida era esperar que esa dosis nuestra fuera suficiente para aguantar hasta el siguiente episodio. 

Cada partida era despedirse con una sonrisa falsa, con los ojos llenos de lágrimas y un "nos vemos pronto" sabiendo que ese "pronto" tal vez no sería eso, que ese "pronto" probablemente no llegaría, saber que probablemente ése sería el último abrazo, el último beso, y así fue.





Oporto, Portugal. Mayo de 2016.















domingo, 24 de abril de 2016

A mí -como a ti- me han acosado... varias veces

Hace poco recordé que mi primer acoso sexual -o al menos del que tengo memoria- fue cuando yo tenía 12 años, estaba en sexto de primaria. Naturalmente yo no lo vi así hasta que pasaron semanas, o meses. Estaba en la escolta, el profesor que nos entrenaba samana tras semana de una u otra manera se las ingeniaba para que me sentara en sus piernas,  hablaba de que no me quedaba el suéter de la escuela, "mira qué apretado te queda" me decía mientras me lo aplastaba hacia mis ya desarrollados senos. Otras veces -mientras me tenía en sus piernas- me decía que "tenía una manchita"que había que quitar, ajá, de mis senos... de nuevo. Me sentía incómoda pero no lo suficiente para hablar con mis papás, pensé que tan vez yo estaba mal pensando y exagerando las cosas. Un día se hizo un escándalo en la escuela porque una niña dijo que ese profesor le había dado un beso en la boca, yo le conté a mi mamá lo que había pasado y en menos de una semana ese tipo ya no trabajaba ahí. Esa experiencia no me traumó, es más: ni me acordaba y seguramente si me encuentro al tipo en la calle no lo reconozco. Pero, hoy, con la distancia de los años me parece increíble que cosas así sucedan, que una niña sea acosada por un hombre que bien podría ser su padre y que está en una situación de poder en todos los sentidos.

Mi segundo acoso ya lo relaté aquí, en este blog. Después de eso han estado presentes acosos callejeros, tanto físicos como verbales. Así como también tuve que soportar al tipo que abusó sexualmente de mí mientras yo estaba borracha y que durante años me amenazó con que si decía algo él iba a decirle a todos que yo era una puta y ofrecida, que fue mi culpa. Tardé años en darme cuenta que había sido un abuso.

 El ser mujer en México es pensar qué te vas a poner para salir a la calle, todo depende el ánimo que tengas de pelear con el mundo. Sí, si yo un día que tengo flojera no me voy a poner un vestidito porque sé que me voy a tener que pelear con más de un imbécil que me está gritando que qué buenas piernas tengo, soportar a unos tipos siguiéndome en un coche "saludándome" o incluso el que me toquen.

Tengo 25 años y, afortunadamente nunca como adulta he sufrido el que me acosen en un ambiente laboral o escolar, ni siquiera el sentirme incómoda. Lo que sí he soportado son "amigos" o conocidos que no entiendan lo que es "no", que el que tengas una vida sexual activa no significa que ellos van a ser parte de ella, que el que te pongas un vestido o una blusa escotada no es para provocarlos, que no entiendan que el sexo no es una cuestión de convencimiento.

Es inaceptable que el ser mujer siga siendo una condición que nos pone en desventaja, que tengamos que sufrir cosas "dignas de nuestro género", que sigamos permitiendo que nos maltraten bajo nuestro consentimiento, que entre nosotras nos sigamos juzgando por el cómo nos vestimos o desenvolvemos nuestra vida sexual. Es inaceptable que nos enseñen a "darnos a respetar como mujeres", que nuestro estatus cambie al "señora" cuando ya tenemos un hombre a nuestro lado, que se sigan educando mujeres para ser "princesas". Hace algunos meses yo todavía no me hubiera atrevido a escribir los acosos que he sufrido por el miedo a ser juzgada o ser vista como víctima, ser señalada, ser interrogada. Si no empezamos a hablar, si no empezamos a decir que estas cosas NO son normales vamos a seguir viviendo dentro de círculos viciosos de violencia que -a veces- ni siquiera notamos.

No te calles, habla, di lo que no te gusta, denuncia, exhibe, es importante saber decir "no". Y no, hombres, no es que las feministas exageremos, es que el ser mujer es una lucha constante.

domingo, 27 de marzo de 2016

La felicidad

"Fue tan largo el duelo que al final, casi lo confundo con mi hogar..."
Vetusta Morla 


Tengo semanas pensando en que necesito volver a escribir en mi blog. Tengo años que no escribo como antes, tal vez no me había sentado a escribir por el miedo a la hoja en blanco, el miedo a quedar expuesta antre los demás pero sobre todo ante mí. Porque es muy fácil vivir sin pensar, sin sentir, dejar pasar la vida sin detenernos a pensar qué nos duele y por qué.

He vivido los últimos años de mi vida en modo automático, asumiendo que lo que tenía y cómo vivía era lo que estaba bien porque me había convencido de ello y porque efectivamente era la fórmula que conocía de la felicidad. La gente cambia, yo cambié, tomé decisiones que no sólo me lastimaron a mí, decisiones que aún joden y duelen. Lo bueno es que, si bien aún no sé cómo ni cuándo -ni si algún día se es feliz por completo- se logra la felicidad, sé que estoy mucho más cerca.



miércoles, 28 de octubre de 2015

Historia de un acoso

A propósito de visibilizar el acoso sexual en los lugares de trabajo:

Hace un rato mientras estaba en facebook me topé con que uno de mis contactos posteó un video donde aparece un hombre que automáticamente me revuelve el estómago, me causa ganas de vomitar, asco.

Hace diez años yo tenía 14-15 años, cursaba el último año de la secundaria y participaba en un programa de radio de UABC, había llegado a ese programa gracias a un concurso de oratoria en el que había participado, la verdad no recuerdo muy bien. El programa era los sábados, mi mamá me llevaba religiosamente, el programa era sumamente aburrido pero a mí me encantaba el poder hablar de libros, leer poesía, etc. José Saldaña Rico era el titular del programa y quien me había invitado, era muy amable conmigo y con mi familia (a veces también iba al programa mi papá a "verme"), me daba regalo el día de mi cumpleaños, alguna vez creo que nos invitó a comer, nosotros incluso fuimos a verlo al hospital una vez que lo operaron. José a veces me llamaba para decirme de qué tenía que hablar en el programa el siguiente sábado, a veces me hablaba por msn para saludarme, conforme fue pasando el tiempo algo no me cuadraba: tomaba muchas, muchas fotos, especialmente a mí durante el programa. Mi mamá estaba embelesada con él por darme la oportunidad de estar en la radio y alguna vez que me vio medio molesta por tantas fotos me dijo que no fuera pesada con él. Un día por el msn me dijo que "qué sexy me veía en mi foto", ¿qué iba a contestar una niña de 14 años a un hombre de cincuentaytantos? "Jajaja, gracias", me pedía que si no podía mandarle una "foto de mi pecho modelando ese collar que traes en tu foto", creo que me seguí riendo y haciéndome tonta hasta que lo bloqueé porque seguía insistiendo, a las semanas me dijo que no me había visto conectada últimamente, "mucha tarea", le dije.

Cada sábado era más incómodo que el anterior, fotos, fotos y más fotos, no sabía cómo decirle a mis papás, no sabía si enfrentarlo, no sabía qué hacer. El último programa al que asistí iba con una minifalda, a medio programa el muy asqueroso me escribe en un papelito "buenas piernas", no dije nada, sólo sentí hervir en nervios, en miedo, no sabía si quemarlo al aire, no sabía si llorar, no sabía nada. Noto que está viendo las fotos en la pantalla de su cámara, escucho clics como si estuviera tomando fotos, de pronto veo el flashaso en las piernas, no una sino varias veces, él ve las fotos y guarda la cámara. Salí temblando de ahí. No dije nada, no dije nada. El martes siguiente al programa (han pasado 10 años y recuerdo perfectamente que fue un martes) me llama para decirme de qué tema quería que hablara el siguiente sábado, le digo que sí que está bien, "oye qué bien te veías el sábado, eh. Vete más seguido vestida así, como debe de ser"... COMO DEBE DE SER, otra frase que nunca voy a olvidar, me dijo que como ya llevaba casi un año en el programa y no me pagaban me iba a dar una tarjeta con saldo para mi celular cada semana, le dije que estaba bien. Ese día estaba desesperada, estaba sola, llorando, ¿cómo manejaba eso una niña de 15 años?, le conté a mi noviecito de aquel entonces, me dijo lo obvio, lo que sabía que tenía que hacer: que le contara a mis papás. Naturalmente mi papá lo quería matar a golpes y mi mamá estaba emputadísima. ¿Qué pasó? Nada, mi mamá fue a hablar con él ese sábado, el muy cínico todavía quiso darle la tarjeta para mi teléfono, ella se peleó con él y al menos todos los que trabajaban en el programa se enteraron de lo que pasó, al menos.

¿Por qué no hicimos nada más? Por ignorantes, por desidia, por miedo. A mí me daba miedo que la gente se enterara que un señor de más de cincuenta años me acosaba, también me daba asco.

Lo he visto a los lejos algunas veces en UABC y he tenido ganas de ir a decirle de todo, nunca he podido, sólo me da ansiedad, angustia, miedo. Diez años después me topo con ese video donde sale, puse un comentario diciendo que este hombre me había acosado, escribí brevemente la historia, a los minutos, quise entrar al perfil de él me doy cuenta que sigue siendo un cobarde y me bloqueó, como si bloqueándome desapareciera el daño.

Diez años después cuento todo esto porque ya no soy una niña, porque me da coraje haber sido tan tonta y no haber hecho nada, porque sé que no soy la única a la que le ha pasado y aunque ya es muy tarde para tomar acción legal, no es muy tarde para hablar. Diez años después escribo porque creo en la palabra como medio, porque hablando y haciendo conciencia de que nadie tiene por qué acosarte la gente va a hablar. Diez años después no me da miedo, me da coraje, me da coraje haber dejado impune a un delincuente como él, a un acosador de menores.

Actualización: José Saldaña vio este texto y decidió borrar su facebook, aquí está su foto, estoy segura que no fui la única.









lunes, 21 de septiembre de 2015

Del porqué es —casi- imposible ser peatón en México, o en Tijuana

Desde que me creía adolescente siempre quise tener 16 para que mis papás me regalaran (jaja) un carro o al menos me prestaran el de ellos, ninguna de esas pasó. Mis papás jamás me enseñaron a manejar, creo que nunca me dejaron manejar más de cinco minutos, mi mamá no me dejaba salirme a la "avenida" (entre paréntesis porque donde crecí es súper tranquilo y no es una avenida como tal) y mi papá se ponía como loco a gritarme que POR FAVOR FRENARA YA, cuando yo ya estaba frenando. Sé manejar mediocrememte gracias a mis exnovios los cuales no podían creer que no me dejaran manejar y pues, si tengo que agarrar un carro lo hago, pero ni soy buena ni me mata de emoción. Desde que empecé a trabajar decía que "ahora sí voy a ahorrar para un carro" pero la verdad es que ni ganaba tanto o prefería gastármelo en otras cosas mejores, como viajar, ir a conciertos, bla bla. A esta altura de la vida ya me acostumbré a no tener carro y la verdad es que aunque tuviera el dinero no me lo gastaría en eso, "¿pero cómo que no te interesa!" Me preguntan como si estuviera diciendo algo gravísimo y la verdad es que no, no me interesa, prefiero caminar, usar transporte público (otro tema que requiere un post) o tomar Uber.

El punto no son mis razones para no tener un carro sino que no lo tengo, no pienso tenerlo y que realmente disfruto caminar, siempre y cuando no invadan mi paz. Vivo en un lugar donde gran parte del "corazón de la ciudad" me queda a una distancia bastante buena para andar a pie. ¿El problema? El problema es que esta no es una ciudad para ser peatón, mucho menos ciclista (si no ya me hubiera comprado una, snif). El verano pasado estuve en Berlín andando en bicicleta por toda la ciudad, al principio me aterraba que los carros me fueran a pitar, que un camión me fuera a aventar y me rompiera 40 huesos y se arruinara el viaje (a un primo le pasó, en México, no 40 pero sí estuvo feo), después de un buen rato se me pasó el miedo y me di cuenta lo jodida que estaba mi mentalidad, ¿por qué un pinche carro me va a aplastar si tengo el mismo derecho que él a transitar? Estaba impresionada con que tenía que hacer altos y todo, para dejar pasar a los peatones. Bueno, en mundos mejores el carro, la bici y los peatones conviven en armonía. 

Regresando a Tijuana, la ciudad donde tristemente no se puede siquiera ser peatón por las siguientes razones (seguro hay más que no se me han ocurrido):

1. Los carros creen que lo único que importa es que ELLOS pasen. Desde hace un tiempo me propuse a ser una buena peatona, o sea, sólo cruzo por las esquinas o pasos peatonales, espero que se ponga el alto, etc. Al parecer a la mayoría de los conductores no les importa nada de eso porque lo único que importa es que eeeeelllooos puedan pasar. Me ha tocado de todo: señoras que me truenan los dedos para pasar cuando el paso peatonal está encendido, gente pitándome como loca porque seguramente es más importante que ellos alcancen a pasar a que yo lo haga, a pesar de que es mi turno. No falta es que no sabe dónde tiene que hacer el alto y yo, amablemente le enseño que está bastante adelante y que eso, es un paso peatonal. Mi favorito (ajá) es el que ni siquiera hace altos de disco cuando está viendo que vas a pasar.

2. La banquetas son diminutas y no hay pasos peatonales marcados. No puedo echarle la culpa sólo a los conductores sino al pésimo planeamiento e inversión nula que hay para mejorar las banquetas o mínimo pintar pasos peatonales. Ahí me veían (ya no porque sólo cruzo por las esquinas aunque tenga que caminar muchísimo) a veces jugándomela en lugares donde en cuadras gigantes no hay ni un solo paso peatonal. Otras veces tienes que caminar tipo "pato pato ganso" porque no caben bien ni los dos pies y otra veces son banquetas horrendas (siempre pequeñas) llenas de hoyos. Es increíble la cantidad de calle que hay destinada a los carros y las ridículas aceras que tenemos, ¿de verdad se necesita taaanto espacio para carros en calles pequeñas y tranquilas?

3. Los acosadores callejeros. Si algo he aprendido de estos es que son unos cobardes y siempre que les contestas se asustan (menos un tipo que una vez me persiguió por el centro a las 9 am mientras iba al trabajo). ¿Qué pedo con los weyes que te gritan marranadas? ¿Qué esperan? "Gracias por decirme sabrosa, tú y yo a la cama", ¿neta? De estos también me han tocado de todo tipo, pero hay algo que es infalible: si traes falda o vestido arriba de la rodilla siempre te van a decir de cosas. Y no, no se trata del "para qué te vistes así, nomás andas provocando" y la verdad sí, los últimos años sí pensaba qué me iba a poner para que no me molestaran pero de unos meses para acá me vale, me vale porque puedo vestirme como se me dé la gana y porque ya descubrí que si les contesto son unos cobardes que se dan la media vuelta, de ahí el perro que ladra no muerde.

Mención especial al PÉSIMO alumbrado público de Tijuana... vivo en una calle con comercios, medianamente transitada, en la llamada "zona dorada" (jajaja) y de noche me da miedito caminar sola por ahí porque hay un faro en toda la cuadra. UNO.

Tijuana es una ciudad que en algunas cosas se está poniendo muy padre pero jamás será una ciudad "chic", "hip", "cosmopolita", "de mundo" o como chingados gusten decirle si sigue siendo una ciudad la cual es casi casi un acto de valentía caminarla a diario y se sigue pensando que los que caminamos somos pobrecitos y que "aaaay, ¿caminas todo eso?". Y qué importa si no es una ciudad übercool, con que sea caminable y friendly con todos estaría muy bien. Yo por lo pronto, ahora no me quito los converse y voy caminando a todos lados porque prefiero mover mi cuerpecito.



martes, 30 de diciembre de 2014

2014

Hace mucho que no me sentaba a pensar en qué tanto había pasado en un año, quizá por odiosa y no querer poner esas reflexiones cursis. Ahorita —sin querer- caigo en cuenta que el 2014 ha sido uno de los años más significativos de mi vida, supongo que parte del chiste de la vida es eso: hacerla cada vez más interesante, que cuente más. No todo se puede contar porque la vida—creo- también es eso, tener de qué secretear contigo mismo, creo. Aunque no todo fue bueno, seguro sí fue significativo:

Me gané una beca, al fin vi a Silvio Rodríguez—aunque me quedó debiendo-, decidí irme a vivir con mi novio, renté un departamento mucho más bonito que el anterior, me asaltaron, fui a ver a Sixto Rodríguez, empecé a vivir con mi novio, me pagaron por ser correctora de estilo, me fui a vivir mes y medio al DF por la beca que me dieron, "estudié" en la UNAM ese mes y medio, amé mi soledad, regresé a Tijuana, vi a Arcade Fire, me teñí de rubia, me perdí de ver a Paul McCartney, comencé mi tesis, aprendí que por más que quiera a alguien no tenemos que estar juntos, me teñí de morada, vi a Calle 13, vi a Juanes —no cambio, no cambio- por vez número nolesvoyadecir por primera vez en 11 años en mi ciudad, tuve tres trabajos y universidad al mismo tiempo, perdí "amigos, gané otros, fui a Guadalajara a la FIL, ¡al fin la pinche life changing FIL!

Me quedo con todo, lo lindo y lo horrendo, trato de aprender, siempre aprender. Me quedo con quienes me abrazaron y con quienes compartí todo lo bonito, las pláticas y los tragos, ojalá que yo le haya dejado algo a este año y no sólo él a mí.

viernes, 26 de diciembre de 2014

Efímero

Prefiero el relato largo al corto, prefiero la novela al cuento. La novela me da felicidad durante más tiempo; sin embargo, las novelas que más me han gustado las he leído en poco tiempo. Me entristece terminar una novela y no saber qué más va a pasar, me gusta imaginar qué fue del personaje, me perturba no saber qué sigue, sueño con ello. Me enojo con los escritores por no contarme más. Necesito prolongar el momento, la historia. Me molesta comprar libros de poesía o cuentos por lo poco que me van a durar, necesito involucrarme más.

Me encantan los conciertos, no me gusta que terminen, aborrezco la sensación de que algo que he disfrutado tanto termine. Me molesta la impaciencia de que ocurra algo que sé que va a durar poco. Las esperas en los aeropuertos para volver a casa me enojan, hay cierta ansiedad en la espera de algo que ha terminado, ¿tanta ilusión para sólo unos días? He sentido tantas cosas por gente con quien sólo he estado algunas horas, algunos días, me he reclamado tanto por ello, quién siente tanto en unas horas, qué intensidad tan innecesaria. 

Gasto tiempo pensando en lo que fue una felicidad efímera. Tengo un deseo por que los momentos perduren, me molestan las formas breves. Quiero extender este texto, sigo sin entender.