sábado, 12 de enero de 2013

Porque siempre es mejor llegar.

Ellos sabían que tenían que dejar las cosas de lado; una cosa es el mundo, y otra son ellos. Decidieron que debían tomarse un tiempo, un retiro, irse. Rentaron una camioneta una que lo soportara todo-incluso la nostalgia que seguro los invadiría en algún punto del viaje- en un principio él manejaba mientras ella se encargaba de la música. Disfrutaron cada uno de los paisajes, era un camino largo, no sabían su destino. Iban a quedarse donde ellos supieran que valía la pena disfrutarse. Los planes no iban bien dentro de sus vidas. Recorrían largos tramos de carretera que en su mayoría estaban a la orilla del mar, paraban a comer en lugares pequeños y a disfrutar de los atardeceres fríos con la brisa del mar en la cara.

Prácticamente no durmieron, sólo un poco en el auto, iban turnándose para manejar. Ambos tenían sueño pero el miedo a perderse era más grande. Tenían miedo de desperdiciar el tiempo, de no aprovechar cada segundo.

Finalmente llegaron a una playa muy fría, una donde el mar se veía tan hermoso; podía curar cualquier mal. Rentaron una cabaña, ella abrió una botella de vino, sirvió dos copas mientras él ponía música y encendía la chimenea. Se sentaron, él la tomó de la mano, le sonrío y le dijo«hoy vamos a ser felices».Ella lo besó, dejó de lado su copa y comenzó a quitarle la ropa, quería sentir con sus labios cada centímetro de su cuerpo. Él hizo lo propio, le besaba delicadamente los pezones, el cuello, la clavícula. Se sentían desesperados, necesitaban sentirse en cada movimiento. Al terminar se abrazaron y se taparon, estaban ahí frente a la chimenea sintiendo que no había nada más; estaban ellos, ahí. Durmieron, al fin durmieron.

Pasaron días y noches así, ella le cocinaba a él y viceversa. Bebían vino, a veces güisqui. Salían a dar caminatas por la playa, veían el atardecer. Escuchaban música, pasaban largos ratos en silencio porque habían entendido que su silencio también es una forma de comunicarse. Sus ojos se comunicaban.

Ellos tenían un límite de tiempo, sabían que debían regresar a casa. Ella manejó hasta el aeropuerto donde él compró los pasajes de los dos, iban a lugares distintos. El avión de ella partía primero, se besaron, se abrazaron, las lágrimas corrían por sus rostros. Ella le dio una nota, lo tomó fuerte de la mano y se fue. Él veía cómo ella se alejaba, bajó la mirada y abrió la nota «Discúlpame por haber llegado tan tarde a tu vida, o tan temprano».







1 comentario:

  1. BUENO EL CUENTO Y MUY BUENA LA CANCION, DEMIAN RICE ES UN POETA CON VOZ INCOMPARABLE

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